Hola; quiero invitarte a reflexionar sobre algo. ¿Alguna vez te has encontrado con comentarios como estos?
A lo largo de la historia, los trastornos mentales de las mujeres han sido etiquetados de manera simplista y a menudo estigmatizante. Palabras como «histérica» o «loca» se han utilizado para describir el malestar emocional de las mujeres, sugiriendo que su sufrimiento es algo patológico por naturaleza. Sin embargo, la propuesta de Mabel Burin de reinterpretar el malestar emocional ofrece una visión más amplia y compleja. Más que diagnosticarnos, esta perspectiva nos invita a reflexionar sobre las realidades que las mujeres enfrentan en una sociedad desigual. Este cambio de enfoque es clave para entender y, en última instancia, para permitir que las mujeres tomen control sobre sus experiencias emocionales.
Las mujeres han sido las principales receptoras de tratamientos de diversas corrientes sobre salud hegemónica (es decir; el único experto sobre nuestro cuerpo, pensamiento y conducta era el médico). En los siglos XVIII y XIX, éramos etiquetadas como «histéricas», un término que, más que describir una afección psicológica, reflejaba las expectativas sociales y el control sobre nuestros cuerpos y mentes. En los siglos XX y XXI, las mujeres fueron clasificadas como «neuróticas» o «débiles», asociando su malestar con desequilibrios hormonales. Este enfoque no solo contribuía a una visión medicalizada de la feminidad, sino que también ayudaba a consolidar la idea de la subordinación femenina en la sociedad.
A pesar de los avances científicos y médicos, las mujeres siguen siendo más vulnerables a los malestares emocionales que los hombres. La depresión, por ejemplo, es la afección mental más prevalente entre las mujeres, con tasas que alcanzan el 6.5%, en comparación con el 4.8% en los hombres.
La mayor prevalencia de malestar emocional entre las mujeres está estrechamente ligada a las desigualdades de género. Como señala el sociólogo Polo (2017), en todas las sociedades existen disparidades entre hombres y mujeres, no solo en las actividades que realizan, sino también en el acceso y control de los recursos. Estas desigualdades ponen a las mujeres en una posición de vulnerabilidad frente a la salud mental. Las tensiones cotidianas, como el trabajo doméstico no remunerado, las expectativas de belleza y el rol de cuidadoras, son solo algunos de los factores que agravan el malestar emocional.
Además, las mujeres han sido históricamente más propensas a buscar ayuda para sus problemas emocionales, lo que, si bien puede ser positivo, también las coloca en una posición de «pacientes» dentro del sistema sanitario. Esta construcción social y médica sigue siendo una forma de control, manteniendo a las mujeres en un estado constante de «cura» o «mejora»; en lugar de ofrecer un cambio en su psique que les permita independizarse y desarrollar recursos de autonomía.
Burin (1995) redefine el concepto de malestar al verlo desde una perspectiva interseccional. En lugar de encasillarlo en la dicotomía de salud-enfermedad, el malestar es entendido como una experiencia subjetiva que se sitúa entre lo interno y lo externo, lo objetivo y lo subjetivo. Hablar de malestar, por tanto, nos invita a reconocer un sufrimiento que no necesariamente se convierte en una enfermedad diagnosticada, sino que es una respuesta emocional ante un entorno desigual. El malestar se convierte así en un reflejo de las tensiones que enfrentan las mujeres, no solo como individuos, sino también como sujetos sociales inmersos en dinámicas de poder y género.
El malestar mental de las mujeres no debe ser visto como una patología, sino como una expresión legítima de las contradicciones y frustraciones de un mundo que, a menudo, no tiene espacio para escuchar las voces de quienes se sienten vulnerables. Reconociendo este malestar y entendiendo sus raíces en las estructuras de poder, podemos comenzar a desmantelar las barreras que limitan a las mujeres en su salud mental.
Burin, M. (1995). El malestar emocional en las mujeres: Un análisis de género. Editorial XYZ.
Jiménez, A. (2013). La interseccionalidad en la salud mental: Un análisis de género. Ediciones Universitarias.
Polo, A. (2017). Género y salud mental: Una mirada crítica. Editorial ABC.
Ussher, J. M. (2011). The Madness of Women: Myth and Experience. Routledge.
Wagner, M. (2007). Si no estuviera loca…. Editorial Defrente.
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